miércoles, 26 de marzo de 2014

EL ABSURDO DE LA LEY DE LA ATRACCIÓN

¿Quieres ver a una amiga que no ves hace tiempo? Sólo piensa intensamente en el deseo de que de pronto la encuentres al dar vuelta en una esquina. A ver. Levántate muy temprano. Hoy saldrás a estudiar y tendrás que recorrer alguna (quizá larga) distancia en el transporte público y algo más desplazándote a pie de aquí para allá. Así que, estando en movimiento por tantos lugares, hay muchas oportunidades de que te encuentres hoy con esa amiga. Comienza a pensar en ella desde temprano. Según lo que dice la ley de la atracción, “el universo entero se ordenará para que tu deseo se cumpla”. No te detengas a preguntarte mediante qué principios físicos o biológicos podrán tus pensamientos movilizar al universo entero, total la “estrechez mental” de los científicos no les permite entender cosas más trascendentales como la ley de la atracción. Ni, a propósito, intentes imaginarte cómo el universo “se ordenará” para que se cumplan los deseos de todos los que creen en la ley de la atracción (puede que tu deseo requiera que ese único taxi que circula cerca de donde espera tu amiga pase justo por donde ella está esperando, mientras que el deseo del otro requiere que ese mismo taxi se desvíe hacia una ruta distinta). Tampoco pienses en si tu amiga podría haber tomado ya hace varios días la decisión de acercarse hoy a la universidad en la que estudias y en general, no pienses en los muchos motivos, aparte de querer verte, que podrían existir para que tu amiga se dirija a los mismos lugares que tú frecuentas a diario (de hecho, no pienses en las muchas veces que la gente hace las cosas que uno quiere que hagan, pero que no las hacen a causa de nuestro deseo, sino porque esas personas harán esas cosas de todas maneras, a causa de una infinidad de motivos que no conocemos). Mucho menos reflexiones acerca de lo que dice la teoría de probabilidades sobre la ocurrencia de coincidencias asombrosas (como encontrarse con alguien de quien uno se está acordando en ese momento). Por último, tampoco pienses en que después de pasarte todo un año, día tras día, en recordar a tu amiga y desear verla, sin que se haya presentado hasta ahora, cada día que pasa aumentan las probabilidades de que realmente te la encuentres en donde menos la esperes ver. Y justo cuando, algún día, llegue el momento en que realmente la encuentres, podrás decirte a ti mismo: “tardó porque tal vez no deseé lo suficiente” o, mejor: “¡realmente funciona!” Sólo ten fe. Pero no pienses. No pienses.

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